Crisis mundial: ¿tenemos la capacidad de encontrar una solución?
La crisis es un estado en el que percibimos desorden, desconcierto o disconformidad. Puede ser material, emocional o espiritual. ¿Cuál es la forma correcta de enfocar la crisis? Todos tenemos problemas, el problema es un desafío, viene a ayudarnos para que podamos crecer. Quien no tiene problemas en absoluto es alguien que ya no tiene importancia en el cielo. Podemos entonces decir que todo tipo de crisis nos trae un mensaje que debemos descifrar. Al hacerlo de forma correcta, se convierte en un regalo celestial.
En la época del Beit Hamikdash-Templo, el pueblo estaba en un nivel espiritual muy elevado. Tenía la capacidad de descodificar el mensaje que llegaba de HaShem para su propio desarrollo y evolución. Si alguien tenía tzaraat, un tipo de lepra, se sanaba por medio del ritual del Cohen. El Cohen simboliza la sefirá de daat-discernimiento, viendo en la piel del enfermo el tipo de tzaraat que tenía y el lugar preciso en el cuerpo donde se manifestaba, podía entender cuál era el tikún-corrección interior que debía hacer en su alma. Hoy no tenemos ese tipo de lepra pues no poseemos la capacidad de entender los mensajes que nos llegan, pero aún así debemos encontrar una solución a la crisis.
Hay dos tipos de mensajes, uno llega para transmitirnos que debemos corregir la realidad y otro nos viene a avisar de que la corrección está en nuestra percepción individual. Un ejemplo de cómo corregir la realidad, es la misión que tiene Moshé Rabeinu de que el pueblo cambie su estado de esclavitud al de Bnei jorim-seres libres, saliendo de Egipto. Un ejemplo para cambiar la percepción individual, podría ser la situación de Jizkiahu hamelej que no se casó porque vio por Rúaj Hakódesh-inspiración divina, que iba a tener hijos que no irían por el buen camino. Entonces, HaShem le mandó al profeta Isaías para advertirle sobre su equivocación.
Para entender cuál es el mensaje debemos tomar en cuenta los parámetros de causa y consecuencia. La mayoría de las personas confunden la causa con la consecuencia, un ejemplo lo encontramos en la Meguilá de Esther. Entendemos que Hamán con su decreto es la causa, y el esfuerzo de Mordejai y Esther por anularlo es la consecuencia. Pero lo cierto, la causa, es que el rey quiere darle un premio a Mordejai por haberle salvado la vida, y la consecuencia es el decreto de Hamán por el medio del cual Mordejai recibirá su recompensa. El segundo parámetro es que todo lo que pasa en el macro, la crisis mundial, es un conjunto o es un reflejo de lo que pasa en el micro, o sea, que nuestra actuación particular tiene una repercusión a todos los niveles.
El pueblo de Israel salió de la esclavitud de Egipto para recibir la Torá. La Torá representa una adhesión constante del hombre con su Creador, y se manifiesta con la construcción del Mishkán-tabernáculo. El Mishkán debe ser construido con la ayuda de donaciones de todo el pueblo (macro), así mismo cada uno a la par construye su propio Mishkán (micro), ambos están mediados por nuestro corazón. Está escrito “Vaikju-Li trumá”: “Y tomarán de Mí una ofrenda” y no está escrito: “Y darán una ofrenda”. Está dicho de esa forma porque todo es del Creador y el hombre no puede añadir ni restar nada. Otra forma de entender esto, es que quien quiere recibir sólo podrá hacerlo dando. Antes de dar nos encontramos en una crisis, cuando comenzamos a dar la solucionamos.
El diezmo es también una trumá-donación, siguiendo la halajá, los frutos de Eretz Israel no pueden ser comidos hasta que no se extraiga un diezmo de estos, sólo al dar esa parte proporcional, los frutos estarán aptos para ser comidos y por lo tanto el dueño del campo podrá beneficiarse de su cosecha. Los frutos también representan nuestras cualidades, y la tierra de Israel nuestro interior. Por lo tanto, quien tiene un corazón lleno de bondad no lo sabrá hasta que no comience dando un diezmo, o sea dando de su bondad al prójimo. De lo contrario, no será consciente de su propia bondad innata, percibirá una carencia y esto le llevará a un estado de crisis porque buscará la solución en el exterior y nunca la encontrará. La única solución, es activar la bondad propia dando al prójimo la parte proporcional que le corresponde.
¿Cómo nos activa el diezmo? El hombre fue creado para deleitarse con todo lo que el Creador ha creado, y todo el mundo se deleita en dos formas: una, aparentemente más fácil, es recibir directamente, pero ese deleite será temporal; otra forma, supuestamente más complicada, es actuar de la misma forma que el Creador actúa con nosotros, que es solo dando, de esta forma el deleite es constante. Así, cuando damos el diezmo, nos asemejamos a Su forma y podemos beneficiarnos de toda la cosecha. En la kabalá se entiende por deleite el or hajojmá, luz que alumbra todo nuestro ser, pero solamente lo hace cuando está revestido en or de jasadím, la luz de jasadím nos alumbra cuando nuestra conducta se asemeja a la del Creador. Cuando accionamos nuestra bondad hacia el prójimo, recibimos or de jasadím y el or de jojmá llenará nuestro interior y enseguida se solucionará la crisis.
A veces, como vemos en este cuento jasídico, tenemos que salir al exterior, a un país lejano o experimentar una situación extraña, para descubrir nuestro tesoro interior.
Un piadoso rabino, Aizik de Cracovia, tuvo un sueño que le ordenaba ir a Praga; allí, bajo el gran puente que conducía al castillo real, descubriría un tesoro escondido. El sueño se repitió tres veces, y el rabino decidió partir. Al llegar a Praga, encontró el puente, aunque vigilado noche y día por centinelas. Aizik no se atrevió a excavar. Vagando por los alrededores, terminó por atraer la atención del capitán de los guardias, que amablemente le preguntó si había perdido alguna cosa. Con sencillez, el rabino le contó su sueño. El oficial estalló de risa: "¡Pobre hombre!, ¿verdaderamente has gastado tus suelas en recorrer todo este camino por un sueño? ¿Qué persona razonable creería en un sueño?". También el oficial había oído una voz en sueños: "Me hablaba de Cracovia y me ordena ir hasta allí y buscar un gran tesoro en la casa de un rabino llamado Aizik, hijo de Jekel. El tesoro debía ser descubierto en un polvoriento rincón, donde estaba enterrado, detrás de la estufa". Pero el oficial no otorgaba fe alguna a las voces oídas en sueños: “¿Estoy loco como para ir hasta y buscar la casa de es Azik en Cracovia?” El rabino le dio las gracias y se apresuró en volver a Cracovia. Excavó detrás de la estufa de su casa y descubrió el tesoro que puso fin a su miseria.
Nuestro corazón es el tesoro más grande que tenemos, pero a menudo nos olvidamos y nos confundimos pensando que el tesoro lo encontraremos fuera de nosotros, a pesar de que está tan cerca nuestro.
¿Estarías interesado en entender más profundamente a través de la kabalá como activar tu tesoro interior?. Escríbenos a: david.scher5@gmail.com
Rav David Scher
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